En Madrid tienen su origen pocas cosas: el cocido, la parpusa, Cortylandia y el adjetivo «hortera». Este último, tan inasible, tan escapista, tan popular, es una de las pocas cosas específicamente madrileñas que han pasado a formar parte del imaginario colectivo. No es en absoluto una coincidencia que la horterada, en sus inicios asociada al menestral o mozo de la villa, haya sufrido una expansión semántica tal como para captar en su sentido la esencia estética de Madrid.