Puede que a muchos el futuro tecno-pesimista de películas o series como Black Mirror se les antoje todavía algo lejano, como un peligro ciertamente posible pero todavía evitable. Un destino esquivable siempre que controlemos el mal uso de la tecnología por parte de gobiernos, grandes empresas u organizaciones extremistas.
Pero hoy quería contaros una distopía en nuestra vida cotidiana que he advertido en los últimos años, pero que cuyas repercusiones se me han puesto de manifiesto para mí en primera persona hace solo unos días. Se trata de cómo hasta nuestras relaciones sociales reales más mundanas están siendo articuladas por la tecnología de app y redes sociales, en dicho ámbito son gobernadas no por la dinámica natural del grupo si no por quien ejerce el control de la tecnología de turno.
La gestión actual de cualquier grupo social incluso en niveles cotidianos pasa por las herramientas tecnológicas. Proyectos de software libre se organizan con listas de correo o repositorios de código, los grupos de padres de un curso académico reciben las actividades de sus hijos a través de grupos de WhatsApp, las asociaciones de vecinos debaten o cuelgan las convocatorias y resoluciones en un foro web privado, los colegas quedan para tomar cervezas usando el grupo de Telegram y se sale el domingo a hacer la ruta en bici según el grupo de Facebook.
En muchos casos estas herramientas tecnológicas ocupan un lugar central en las dinámicas sociales de estos grupos, permitiendo organizar la participación, desarrollar el día a día de proyectos, anunciar actividades, etc. Y también información no directamente relacionada que ayuda a cohesionar al grupo, como intercambiar memes o chismorreos del mundillo de turno.
La consecuencia de todo esto es que la pertenencia a un grupo virtual la que define totalmente la pertenencia efectiva a dicho grupo en sus actividades en la vida real.
Sin embargo, no es hasta que se da un conflicto que no aflora la separación entre los sistemas de resolución de problemas internos que un grupo social a tenido tradicionalmente y los que tienen estas redes sociales.
No solo se trata de que los comportamientos en una App son distintos a los que serian en el cara a cara, si no que ademas hay miembros del grupo que tienen status superior. Normalmente existe una o mas personas que son los administradores de estas herramientas y tienen el poder total. Según la red, aplicación o software suelen tener el poder para agregar y expulsar usuarios, borrar o editar mensajes de otras personas, imponer limitaciones a la forma en la que participan, así como delegar parcial o totalmente ese poder en quien ellos elijan.
Típicamente estos usuarios administradores lo suelen ser porque en algún momento pasado se eligió alguien que estaría encargado de mantener esa red social, pero raramente que tuviera el apoyo explícito como “líder”, simplemente era delegado de administrar la herramienta tecnológica. O bien simplemente es el administrador porque fue el primero que decidió crear ese grupo, como resultando de ser el miembro más familiarizado con las redes sociales o aplicaciones de moda.
Y así es como uno cree que está siendo invitado al grupo de “Padres y Madres 5º Primaria del Liceo Sorolla” y todo el grupo en condiciones normales actúa como así lo fuera, pero realmente está entrando en el grupo de “Juanita Perez, madre de Andreita y sus compañeros del cole”. Todo permanecerá en calma hasta que le recuerdes que lo mismo esa cadena sobre una furgoneta llena de secuestradores en la puerta del colegio seguramente es un bulo, o que si en la función del cole van a poner niñas de reyes magos por aquello de la igualdad lo mismo lo que tienen que plantearse es la necesidad de mantener estas tradiciones religiosas. Entonces se desatarán los infiernos y acabaras expulsado del grupo.
Cuando juntamos que este poder de gestión de herramientas sociales normalmente uno las hace desde el sofá de casa o mientras se encuentra en una aburrida reunión de trabajo nos encontramos con que acciones que nunca jamás se harían cara a cara se ejecutan de forma expeditiva, impersonal y sin posibilidad de réplica. Ser administrador de uno de estos grupos conlleva la misma responsabilidad que si en una reunión cara a cara tuviéramos el poder de un botón mágico que permitiera eliminar del lugar o hacer callar a quien en algún momento parece que nos importuna.
Normalmente en un conflicto de este tipo en otros tiempos, se tratará de una pandilla de amigos, una asociación o un proyecto de voluntariado se hubiera resuelto principalmente por la habilidad de argumentación de las partes, con una votación o por apoyo tácito o explícito de una mayoría del grupo. Ahora quien gestiona las herramientas tecnologías sociales puede condenar al ostracismo social con muchas mayores probabilidades de no tener que enfrentarse a la supervisión del grupo, pues existe el peligro de que quien muestre disidencia con las medidas tomadas contra otras personas acabe de la misma manera.
Y el problema no está necesariamente en las personas que ejercen ese control sobre el grupo, muchas veces lo realizan pensando que hacen lo mejor para el conjunto. Ese tirano podríamos ser cualquiera de nosotros en un momento dado. Simplemente son personas que se les ha dotado de unas capacidades de las que cualquiera podría hacer mal uso pues somos humanos sujetos a pasiones, limitaciones y carencias.
Estamos hablando de casos en los que surge un conflicto interno lleva a la expulsión “tecnológica” de un grupo social. Pero no es la única perversión tecnológica de las relaciones sociales. Otra cara de esta forma de organización es que hay ocasiones en las que la participación es limitada de partida para quien no esta interesado en dejarse organizar por una herramienta o aplicación concreta, o bien cuando no tienen las habilidades tecnológicas para incluirse en el grupo. Hemos llegado a una sociedad en la que no tener y manejar un smartphone con soltura limita tus habilidades sociales en el día a día.
El caso más extremo que yo mismo he llegado a ver es el absurdo de grupos que se organizan en torno a una aplicación que solo esta disponible para una plataforma móvil concreta, estableciendo una nueva separación por clases según seas usuario de Apple o de Android.
Cada vez incorporamos más rápido supuestas mejoras tecnológicas a nuestros hábitos diarios sin ser conscientes de las posibles repercusiones. Sin darnos cuenta muy bien hemos acabamos gobernando nuestra vida real, nuestra relación con los compañeros de trabajo, con nuestros amigos, con los compañeros de aficiones o la participación en la educación de nuestros hijos por medio de herramientas que imponen sus propios mecanismos de control escritos a fuego en su código fuente, controlados por grandes empresas y gestionados por pequeños dictadores que nadie ha elegido.