No dejo de escuchar y leer testimonios de familias que no saben cómo van a compaginar el cuidado de los hijos con la asistencia al trabajo. El problema, ahora, se ha acentuado por la pandemia pero la cuestión es que las familias llevan décadas haciendo malabares para encajar el espacio-tiempo familiar dentro del horizonte de sucesos compatible con las leyes de la relatividad (permitidme la licencia). Muchos se han vuelto dependientes de los abuelos para salir adelante; los que pueden permitírselo contratan a cuidadores; otros "abusan" de las actividades extra-escolares. Y lo que es peor, muchos no se plantean tener hijos o tienen menos de los que les gustaría.
He dicho que llevamos décadas así y es posible que algunos se hayan sorprendido: unos porque piensan que esto ha sido así siempre y otros porque piensan que el problema es nuevo, que está relacionado con las consecuencias socio-laborales de la pandemia y que se resolverá cuando volvamos a la normalidad.
No ha sido así siempre. A riesgo de que dejéis de leer aquí y me hundáis a negativos (o, simplemente, ignoréis este texto para siempre), diré que los problemas derivados de la conciliación familiar surgieron cuando comenzaron a trabajar fuera ambos progenitores y entraron dos sueldos en cada casa: lo que empezó siendo una opción, pronto se convirtió en una obligación debido, principalmente, al incremento de los precios de la vivienda: el coste de la hipoteca pasó de ser equivalente a una fracción de un salario a constituir un salario entero. Lo de que entraran dos sueldos en casa ya no era opcional.
También dejaron de ser opcionales, para pasar a ser indispensables, las guarderías, los asistentes del hogar, un segundo vehículo, consumir comida rápida...
Para los que hayais llegado hasta aquí, me apresuraré a aclarar que no pienso que la solución sea que la mujer vuelva a quedarse en casa a cuidar del hogar. Pero sí creo que viviríamos mucho mejor si solo uno de los progenitores (sea el que sea) tuviera que trabajar fuera de casa. La tendencia de la situación laboral lo permite: cada vez se necesitan menos puestos de trabajo para producir lo mismo.
Estoy convencido de que, si volviera a ser lo habitual que solo entrase un salario en cada hogar, los precios de la vivienda volverían a bajar en consecuencia. No sería inmediato pero, a la larga, ocurriría. Solo necesitaríamos un primer empujón, en forma de ayudas económicas o subvenciones. Para ser honesto, la verdad es que no sé cómo podría favorecerse el cambio para que fuera sostenido, pero creo firmemente que, si por fin tiene lugar, se resolverán muchos de los grandes problemas socio-económicos actuales. Pensad en ello.
En muchos casos, hasta sería posible (deseable) que no siempre fuese el mismo progenitor quien trabajase fuera de casa sino que hubiera una rotación cada pocos años. Así no habría una dependencia económica de uno respecto al otro, y se darían otros beneficios relacionados con la realización personal o la alternancia de roles sociales.
Ya sé que hay familias monoparentales, con dos padres (masculinos), con dos madres, incluso hay géneros no binarios... no voy a entrar en estas consideraciones. Mi punto es que, da igual el género y el número, lo importante es que nos paremos a pensar si nos merece la pena seguir así, delegando el cuidado de la familia a servicios externos para desarrollar una carrera laboral "que nos haga sentirnos realizados" y que el dinero extra se invierta, precisamente, en esos servicios externos indispensables.
Creo que cuando llegue la "nueva" normalidad, además de poner en su justo valor la sanidad y la educación, y mejorar las condiciones del entorno rural (que tampoco son cuestiones nuevas), también deberíamos pensar en romper este círculo vicioso de la falta de tiempo provocado por la necesidad de más dinero. O, al menos, en poner los medios para que entrar en esa dinámica nunca deje de ser solo una opción. Que no se convierta de nuevo en algo obligatorio.
Gracias por leerme.
JC