El 12 de marzo de 1986 se llevó a cabo el referéndum sobre la permanencia o salida de España de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Oficialmente ganó el SÍ, pero esta opción iba aparejada con tres condiciones que se incumplieron desde el primero momento por el gobierno de Felipe González primero, y por los siguientes gobiernos después. Por ejemplo, José María Aznar introdujo a España en la estructura militar de la OTAN a finales de los 90, contraviniendo una de aquellas condiciones asociadas al SÍ del referéndum.
Existen por tanto sobrados motivos para que se celebre un nuevo referéndum sobre este asunto, a los que añadir al menos los siguientes: que en esta ocasión el resultado sea realmente vinculante y se cumpla lo votado, y que se dé voz a quienes no pudieron votar hace 32 años porque no habían nacido o no tenían edad legal para votar.
La ciudadanía española tiene derecho a decidir si está de acuerdo con que tropas de nuestro país mueran en combate defendiendo intereses comerciales privados, como ocurrió en su día en Irak, si está de acuerdo con que aviones de guerra españoles lancen bombas sobre países que no nos han agredido, como fue el caso de Libia, o que esos mismos aviones patrullen por el mar Báltico, provocando a una potencia nuclear como Rusia.
Es hora de que se ponga en práctica de una vez el modelo de democracia participativa.
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