Diferencia jurídica entre una bofetada y una mano de hostias

Aunque el título invite a pensar en actos de violencia extrema, se trata en realidad de lo contrario, al menos en principio. Se trata de uno de esos casos en los que alguien se calienta y pega a alguien o se pega con alguien. Por supuesto, estamos excluyendo el delito de lesiones, cuando la víctima pasa unos días de baja, y daños de mayor consideración.

El caso es que en algunos ámbitos como la violencia de género o la violencia en el ámbito familiar, resulta que el excesivo celo a la hora de penar ciertas conductas ha hecho que se pierda la proporcionalidad de las penas y, a partir del primer golpe, los demás salgan gratis o muy baratos. ¿Qué cuesta la tercera bofetada a una novia? ¿Y la quinta? ¿Y la cuarta patada a un policía en una protesta?

Desde luego, no es un consejo que se pueda dar, pero una vez que se ha escapado la primera torta, ya sea en casa, con un compañero en el trabajo o con un policía en la calle, casi es mejor no quedarse con las ganas, porque parece que lo que se castiga es el hecho filosófico de la violencia, y no la cantidad en sí de violencia.

Y lo que es peor: cuanto mayor es la violencia, menor es la probabilidad de denuncia, como está clara y tristemente demostrado. Por algún motivo, lógico pero no mencionable, la gente acude a la justicia con más frecuencia y mayor virulencia cuanto menos ha cobrado. A medida que la agresión es más grave, el agresor tiene menos probabilidades de ser denunciado. Suena cínico, pero la ley debería tener en cuenta de algún modo este hecho.

¿A que voy con semejante barbaridad de afirmaciones? A que muchas veces es culpa nuestra que se esté perdiendo el norte con la proporcionalidad de las penas. Nos encanta pedir castigos más largos, más duros y más severos para todo lo que nos afecte. Nos encanta oprimir al colectivo rival, o adversario, con multas mayores y estancias más largas en la cárcel, que afecten a hechos cada vez de menor grado. La piel finita, sí, y todo delito de grado mayor, para transmitir un mensaje, evitar la impunidad y todo eso.

Pero luego pasan estas cosas, o que es más rentable asesinar a la víctima de una violación, o que es mejor quemar la casa de un cantante que piratear uno de sus discos. Una locura.

A ver si nos enderezamos, o la cosa irá a peor.