Anda una parte de la ciudadanía muy cabreada últimamente por el próximo regreso del monarca, escandalizada por su impunidad ante la supuesta comisión de delitos, pero esto no debería ser motivo alguno de extrañeza.
Pues la impunidad es una característica del poder que abarca a todos sus servidores. El Rey es un funcionario público, el mas importante en lo simbólico, y como tal no es imaginable que tenga menos derecho a la impunidad que otros de menor rango. Si un guardia cualquiera de un minúsculo pueblo de España tiene la seguridad de que, en la práctica, es absolutamente improbable que acabe en la cárcel por excederse en el uso de la fuerza, cuando el uso de la fuerza es su función principal, es perfectamente lógico pensar que un altísimo funcionario reciba el mismo privilegio.
Policías, Jueces, Funcionarios, Militares y Políticos tienen que hacerla muy gorda para acabar ante un tribunal y si la que han hecho ha tenido repercusión y provocado escandalo en la inmensa mayoría de casos son sentenciados a, como máximo, dos años de prisión que al no tener antecedentes se quedan en nada. Con la salvedad de si han perjudicado a quien no debían, a alguien poderoso o al mismísimo Estado, entonces si que pueden llegar a pisar la trena como cualquier hijo de vecino.
Un caso paradigmático es el del actual ministro del interior condenado varias veces fuera de España por no perseguir casos de maltrato a detenidos, es decir por encubrir a funcionarios públicos asegurandoles la impunidad y a su vez quedando él mismo impune porque la multa de su condena la pagó el estado, es decir todos nosotros. Esto es la impunidad al cuadrado.
La izquierda suele decir que EL Rey es la base del Sistema, y puede que esto fuera así en el pasado de las monarquías absolutas, pero hoy en día en estas sociedades tan extensas y complejas el Rey es mas bién como la cereza que culmina el pastel, el símbolo de la autoridad y la constatación de que la democracia es una construcción imaginaria que puede contener en su interior algo tan antidemocrático como una monarquía hereditaria.