Cruzan las encuestas estos días los cielos de marzo, los cielos de un azul precoz (aún no estamos preparados para una primavera y sus tiranías), se entrecruzan las encuestas como lenguas de hiedra que se buscan y se encuentran, enlazándose, una y otra vez.
La incertidumbre, en esta primavera que va a iluminarlo todo (no estamos preparados, etc.) parece reducirse a la cuestión de si la división suma (como ocurrió en Andalucía) o si la división resta (como ocurre desde siempre en el Reino del Sentido Común). Estas aritméticas combinadas y aparentemente ilógicas aparecen en tertulias y mentideros, en columnas y comentarios: la cosa, la ardiente cosa, parece haber quedado reducida a ellas.
Quizás más que a la división podríamos mirar a la multiplicación: pues con cada hora que pasa (mientras tenemos en nuestras manos el sol de abril que no nos corresponde) trae una nueva multiplicación de los espacios en que izquierda y derecha buscan eludir su Única Tarea: armar la posibilidad de un gobierno que navegue rumbo a alguna parte, la que sea, en vez de dar vueltas sobre sí mismo. El sanchismo ha traído la oquedad pura, la vacancia pura, la energía política que gira como una peonza en soledad. Lo curioso es que, frente a esta danza monódica, todo el tronar de la derecha quizás vaya a quedarse en un amplio, amplísimo ruido de fondo.