Si nos tomásemos en serio ( ¡ a estas alturas !) a Nietszche diríamos que el gran atractivo de Vox, su capacidad de seducción, brota de su exhibición deshinibida del discurso del Amo.
Hay muchos tipos de votantes de Vox, por diversas razones y de diversas posiciones de clase, pero sus dirigentes son social y culturalmente mucho más homogéneos. Y a este núcleo duro de Vox no le importa en el fondo que le llamen fascista o ultraderechista.
Como el hombre nietzscheano no cree en la universalidad de la moral: en que su moral tenga necesariamente que ser la moral universal. No se avergüenza de no compartir ese terreno de juego, el terreno ético, con los demás. La universalidad de la moral es lo primero que ponen a remojo.
Si colocan en el centro de la imagen a los menas y a los inmigrantes ilegales no es para defender al trabajador nativo (apenas se menciona la competencia laboral de los inmigrantes ). No, se trata de subrayar las diferencias entre quien tiene y quien pide. Entre el dueño de la tierra y el extranjero desnudo. Origen y derecho propio, natural, del amo- En este caso cada uno de los españoles tiene derecho de sangre, no reducida a un campo laboral o administrativo. Por tanto las consideraciones igualitaristas, democráticas, universalistas deben someterse al principio superior del poder de quien tiene esa primacía de derecho natural.
Si se rechaza al inmigrante no es necesariamente para expulsarle, sino para someterle.
Vox ha obtenido los mayores porcentajes de voto en pueblos agrícolas murcianos y almerienses donde la proporción de población inmigrante es el mayor de toda España. Y donde su riqueza depende, precisa y absolutamente, de esa masa de población inmigrante. Su voto no es contradictorio. O mejor dicho es contradictorio para la izquierda, porque esta da por hecho que los derechos de los trabajadores son una consecuencia lógica de su contribución a la riqueza colectiva. Pero estos votantes no quieren ser coherentes, quieren precisamente lo contrario, que esa masa creciente de extranjeros nunca tenga posibilidad de saltar la valla de los derechos. No quieren expulsarlos, como los esclavistas sureños no querían deshacerse de sus negros, quieren que la linea entre ellos y nosotros sea cada vez más nítida y gruesa, y la españolidad es la brocha que engrosa la raya, sube el muro.
Vox no solo levanta la bandera de la identidad, levanta la veda y dispara sobre ciertas presuposiciones que se hacen en democracia, como que lo que no quieras para ti , no lo quieras para los demás.
Ya lo decía el alemán bigotudo, la ética democrática es una transfiguración de la ética cristiana y por eso no hay mayores ateos morales que los de Vox. Eso ya bastaría para tacharles de antidemocráticos. A muchos de ellos en su fuero interno no creo que les escandalice.
La seducción de Vox nace de la liberación de ese gigante dormido, el permiso para que el derecho al dominio tome todo su potencial, porque si el derecho no se puede ejercer en toda su fuerza es un derecho castrado, negado. También explica su irrefrenable deseo de entrar en Cataluña manu militari. La soberanía para ellos no es una abstracción, histórica, sino una potencia que debe desplegarse aquí y ahora o se degradará inservible hasta convertirse en palabra risible.
La potencia del amo, la potencia de lo heredado del padre, en este caso la integridad de España, no se negocia, ni se parcela ni se diluye.
Su rechazo a las medidas contra el cambio climático derivan de esto mismo. No es que el ideólogo de Vox no comparta serias dudas sobre el impacto humano sobre el clima.
Es algo previo e íntimo. Lo que es intolerable es que se me coarte, aquí y ahora, mi capacidad de hacer lo que puedo hacer con la tierra de mis padres, ya sea cazar, explotar o consumir. Tan devotos del padre potente, es insoportable tener que aceptar que lo que pudo dominar él y el padre de su padre me sea negado por un discurso que viene desde el lado débil del mundo: de mujeres, de izquierdistas, de hombres sin raíces, sin patria o sin familia.
Esta es la potencia seductora que da orgullo y alegría al votante de Vox, el viejo discurso de la voluntad de poder, y el derecho autónomo de la voluntad del amo. Vean a los dirigentes de Vox en los mitines, exhalan orgullo y alegría.
El problema de la ética del amo fue que su aplicación deshinibida ( y está obligada a serlo, a desplegarse en su plenitud porque la tibieza supone aceptar una limitación que se niega a sí misma) lleva inmediatamente a la guerra social, y más adelante a la destrucción del mundo conocido. Ya sabemos lo que ocurrió en Alemania a mediados del siglo pasado.
La aplicación irrestricta sólo es posible en sociedades que desaparecieron con la caída del antiguo régimen medieval.
Por eso el discurso del PP tiene mayor persistencia, y futuro.
Es por definición el discurso del cínico: no cree en lo que enuncia, pero si enuncia una mentira es porque, y en esto se diferencia del discurso de Vox, es realista. Sabe en qué momento histórico vive, no se engaña sobre la naturaleza de este tiempo.
El alcalde de Madrid, Almeida, a raíz de la cumbre internacional sobre el cambio climático que se desarrolla ahora en Madrid, puede decir sin dificultad , con soltura, que su gobierno es un gobierno verde y comprometido apenas unos meses después de que su intento de desmontar Madrid Central solo haya sido detenido in extremis por un juez, o después de desmontar estas mismas semanas carriles bicis: Porque el cinismo, y no la maldad es el agua en el que nada el discurso habitual de la derecha española ”democrática” : Su querencia propia de señores es que su moral no tiene porqué ser la moral universal, que su derecho a dominar suspende las obligaciones morales de una universalidad propia de la izquierda. Para eso se ganan las guerras, para parir amos y siervos, para barajar otra vez las cartas. Pero si la transición española sirvió para algo fue para inyectar a izquierda y derecha masivas dosis en vena de realismo, su éxito modula el discurso del PP. El PP es cínico por que es realista, y porque aspira a que su discurso pueda venderse en el mercadillo electoral como universal. Servidumbres de la democracia.
El discurso de la derecha (aquí incluyo al PP , tan cristiano.. ), se basa en la obviedad de que la primera ética funcional se basa no en el amor al prójimo, si no en el temor al prójimo. Tómense los diez mandamientos. Su andamiaje se sostiene en la base de la maldad potencial del prójimo. Son piezas de ingeniería social muy útiles, permitieron que las primeras ciudades neolíticas del Creciente Fértil, primeras acumulaciones de humanos en espacios y recursos compartidos y escasos fueran vivibles. No robarle al otro sus enseres, su mujer, su palabra o su honor aumentaba considerablemente la supervivencia de los nuevos ciudadanos.
La pretensión de la izquierda de que sea el amor al prójimo la base de la moral no es ingeniería estructural, es sólo un un mecanismo de seguridad. es una superestructura formal que permite respirar pacíficamente y esperar del otro lo bueno, o lo mejor. Supongo que, genera esperanza pero los pisos inferiores de esa trama social están construidos sobre su inversa, sobre el temor al prójimo.
La universalidad de los derechos humanos sólo se ha podido fundar en la psicología de las masas desde al abono extendido por el cristianismo nazareno, que insta a amar al prójimo, sea quien sea. Por eso cuesta tanto que se respete en sociedades que carecen de esta raiz cristiana.
Lo fascinante de Vox del partido de los católicos militantes, es que su moral parte de la roca base, del origen: de la moral de la tribu, y se eleva muy pocos centímetros sobre ese terreno tan pagano.