Los dueños del neoliberalismo aman el Estado. Lo desean en exclusivo para ellos. Sus voceros más fervientes lo detestan; pero terminan siempre en sus garras, efectuando leyes y políticas públicas a favor de esos poderosos magnates. Si lo ocurrido no es un plan macabro, sin duda funciona como uno: desinteresar al público por el Estado, por sus fortalezas, sus capacidades, alejándolo de él, para a posteriori tomarlo y usufructuarlo exclusivamente a su favor.
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