El desplome de las bolsas en marzo y la enorme carga especulativa que las ha acompañado desde entonces ha despertado el apetito inversor de los particulares. El minorista ha recibido la llamada de la inversión en acciones, tentado por el potencial rebote que efectivamente se ha producido desde los mínimos de marzo. Hacer plusvalías rápidas se ha convertido en el objetivo número uno de muchos ciudadanos con liquidez y poca aversión al riesgo.
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