"A principios de ese siglo, Suecia era casi el país más pobre de Europa y Alva no podía ir a la escuela primaria pues no era permitido que las niñas lo hiciera allá donde vivía, en el campo", le dijo a la BBC su hija, Kaj Foelster. Su padre, Albert Reimer, había tenido poca educación formal, pero era muy leído. La joven Alva devoró su biblioteca repleta de libros de socialistas y filósofos alemanes y suecos, lo que convenció al padre "de apoyarla para que pudiera estudiar, pero tuvieron que pagar a profesores fuera de la escuela".
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