Esta moda, conocida como el cortejo, permitía a la mujer tener un amante oficial mientras el marido trabajaba. Al marido que era celoso se le denonimaba incivil, y a la mujer que rechazaba seguir la moda, beata. El cortejador era conocido como petimetre (del francés petit maître) y la cortejada, petimetra. La moda llegó a tal punto que el número de matrimonios descendió. Y tuvo incluso su contra-moda: los majos, de maneras bruscas y nada afrancesadas, y las que rondaban a los majos, las majas.
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