Recuerdo el herbario que, de adolescente, tuve que hacer en el colegio. La compra de las hojas especiales, la recolección, las páginas de periódicos en las que había que poner a secar los ejemplares recogidos, las enciclopedias haciendo presión para secarlas, la identificación de las plantas y la frustración infinita cuando, a pesar del cuidado y el mimo, las flores se rompían, los pétalos se perdían y los estambres se desintegraban. ¿Dónde estará mi herbario? Lo poco que sé de plantas lo aprendí haciendo / sufriendo aquel herbario.
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