Como sé que esta tapa canalla y entrañable, desata las pasiones de sus cientos de adictos, empezaré diciendo que cuando pido una ración de patatas bravas, espero eso, patatas con salsa brava, no patatas con ketchup, ni con una salsa naranja indescifrable, ni con alioli. La cocina es libertad, por supuesto, y no hay que ser talibán, pero si pido paella no quiero que me traigan fideuá.
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