En un tramo de 200 metros de una calle de La Habana viven 12 parejas de mellizos o “jimaguas,” como se les llama en Cuba, de las que siete son gemelos idénticos: una coincidencia que los vecinos atribuyen lo mismo al azar que al agua que beben o a las “energías” de su barrio. Aunque algunos en la zona intentan explicar la casualidad según factores genéticos, otros recuerdan que esas familias no están emparentadas y que, en definitiva, el asunto va más allá de los nacimientos.
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