Hace veinte años, el sistema educativo japonés era un ejemplo para el mundo. La estrecha relación entre empresas y universidades había hecho que los estudiantes japoneses tuvieran asegurado un puesto de trabajo nada más finalizar sus estudios, e incluso antes. El país no conocía el paro. Hoy poco queda del milagro educativo japonés. Las aulas están vacías, debido al frenazo de la natalidad, y todos los años cierran un puñado de universidades, porque son incapaces de atraer estudiantes.
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