El casco urbano de Zaragoza está salpicado de hasta medio centenar de trampas para los motoristas. Se trata de resaltes, zonas de gravilla, manchas de aceite, hundimientos o tramos que han perdido algún elemento (adoquines, tapas, etc) en los que perder la estabilidad es sinónimo de accidente, y en muchos casos de lesiones graves.
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