Cualquiera puede apostar en las carreras: también el entrenador del caballo. Y se da el caso de un entrenador que no da el 100% para que el caballo pierda y ganar la apuesta. Pero cuando un caballo pierde, nadie le echa la culpa al que apuesta, o al que transmite el rumor respecto a la capacidad, fortaleza y preparación del animal. En el mercado financiero sucede exactamente lo mismo.
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