Los trapos sucios se lavan en casa; y si el hedor no llega al despacho del jefe, mejor que mejor. Eso debió pensar María Dolores de Cospedal cuando el pasado 28 de enero trató de impedir a toda costa que el Comité de Empresa del PP informase al presidente del partido del profundo malestar de los trabajadores de Génova contra Cristóbal Paéz. Y dio instrucciones a un estrecho colaborador para que acudiese al despacho de Rosa Fernández, la secretaria personal de Rajoy, y exigiese a ésta que le entregase la misiva dirigida a su jefe de filas.
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