La deficiente formación que recibe el alumnado fuera de su área productiva, por ser inútil para la sociedad de consumo, margina a jóvenes potencialmente creativos a los paradigmas propios de la carrera que hayan decidido estudiar. Así nos encontramos a diario con economistas que no tienen idea como relacionarse con la gente, ingenieros que jamás podrían redactar una carta, periodistas que creen que Platón descubrió el amor, abogados que para multiplicar 21 por 7 tendrían que sacar una calculadora, etcétera.
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