Si algún alimento debía estar presente en la mesa de una familia de la aristocracia, sobre todo si aún aspiraba a subir algún que otro peldaño en la escala social, era la piña. Mientras tanto, en las plantas bajas de la casa, después de haber servido la cena, los siervos no tenían otra cosa que llevarse a la boca que marisco. A veces no tenían más remedio que tragarse una mísera langosta…
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