Hacia 1856, un policía llamado John Grey tenía un perro llamado Bobby. Su dueño murió y el perro se quedó esperándole junto a su tumba durante 14 años. Bobby fue nombrado hijo predilecto de Edimburgo como símbolo de lealtad y tiene su propia tumba. Como no es legal enterrar a un animal en un cementerio de humanos, éste se encuentra en la entrada, en el hall del cementerio.
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