Con la excusa de la crisis que no cesa, estamos viviendo acontecimientos sociales y políticos que representan un cambio sustancial en la legislación y el marco de relaciones, no sólo laborales, sino de las instituciones políticas. Y el escenario de toda esta convulsión es la vieja Europa, la que creía que vivía en el mejor de los mundos posibles y pensaba que los recortes y la precariedad sólo eran cosa de los países en desarrollo, que son los que proporcionan el bienestar de los países más ricos.
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