El hombre llegó a Angrois con una carpeta bajo el brazo pregonando a los cuatro vientos que tenía unos poderes sobrenaturales. Presumía nada menos que de ser capaz de limpiar las casas de espíritus, que se los llevaría con él. Pero estuvo a un tris de llevarse unas chaparretas. Porque en Angrois mordió en hueso.
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