Paco, fiel a sí mismo, a su amor por las cosas sobrias, serenas y henchidas de magia: la camisa blanca, el chaleco oscuro, el rostro ladeado y los ojos comprimidos, ciegos de tanta belleza. Las manos de Paco de Lucía han aprendido itinerarios y vericuetos que otros no pueden ni tan siquiera concebir.
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