Tras una cantidad de anestesia inferior a la usual, se emplea una bomba para extraer toda la sangre del paciente y sustituirla por una solución salina fría. La temperatura del paciente desciende a 2ºC/min, hasta que el paciente "muere": se queda sin pulso, ni presión sanguínea, ni ondas cerebrales. Sin embargo esta congelación impide a las células cerebrales producir la misma toxina que causaría la muerte cerebral. Entonces las máquinas de soporte vital se desconectan. El paciente puede ser operado de 1 a 3 horas. No quedarán secuelas.
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