No deja de ser relevante que la primera constancia documental de un empalme en la monarquía española haya sido por negocios y no por sexo; a veces el detector de intereses salta donde menos se le espera. Uno firma verdaderamente empalmado un correo caliente, pero suponíamos lo caliente en un terreno más prosaico que el del chanchullo. Toda la vida especulando con la fogosidad de nuestros nobles y al final de tanto enumerar amantes nadie reparó en el primer sospechoso. ¡No era el Hola, era el Expansión, estúpidos!
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