Muchos de los grandes filósofos de la Antigüedad son más conocidos por lo que se ha dicho de ellos que por lo que ha quedado de lo que ellos mismos han dicho.[...]Si se les conoce es, sobre todo, por referencias y testimonios posteriores, generalmente poco rigurosos, que los describen como unos bichos raros aunque, eso sí, llenos de carisma. Basta con echarle un vistazo a las muertes tan originales que se les atribuye a algunos de ellos.
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