El mandato representativo ha dejado de tener el sentido por el que se creó. Ha pasado a ser la excusa formal para el ejercicio del poder y la supremacía de aquéllos que detentan la Soberanía en beneficio propio, ignorando las obligaciones del contrato que asumen como representantes de los ciudadanos de un estado. Se ha pasado de la situación revolucionaria inicial, en la que todos los individuos eran ciudadanos empoderados en práctica igualdad política, a un trueque entre los ciudadanos y los representantes.
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