Hace cinco meses Mariana* está desempleada. Trabajaba como auxiliar de enfermería en una reconocida clínica de la ciudad, pero según cuenta, la presión social hizo que renunciara. “Hablaban entre corredores, todos los días había indirectas, eso fue todo una tortura psicológica para mí” relata. Mariana cuenta que, aunque en la entrevista de selección cuando aplicó a su cargo no hubo inconvenientes al declararse abiertamente como travesti, meses después las mismas directivas y empleados empezaron a agredirla.