Aunque engañados, como casi siempre, fue lindo mientras duró. Diez años de crecimiento vertiginoso, de locura colectiva, de café para todos. Éramos la envidia de Europa. Los españoles nos acercábamos peligrosamente a la cabeza de la carrera y continuábamos avanzando posiciones. En un sprint habíamos adelantado a Italia. Ya divisábamos, no muy lejos, a Francia. Y entonces ¡cataplúm!. ¿Cómo pudo sucedernos esto?
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