Hoy he tenido que realizar un ingreso en caja en una oficina del BBVA. Había una cola bastante considerable y, justo delante mío, una anciana de edad bastante avanzada aguantaba estoicamente la espera. Cuando por fin llega su turno, la buena mujer avanza hacia la cajera y dice que quiere donar cincuenta euros para las víctimas del terremoto de Haiti. Respuesta de la displicente cajera: “A mi no me han comunicado ningún número de cuenta para ESO”. Naturalmente, la pobre mujer se fue por dónde había venido.
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