Un banco japonés puso en marcha 18 cajeros automáticos con sensores biométricos que detectan el mapeo de las venas de la palma de la mano para identificar a los clientes. El sistema se implementó tras la catástrofe de Fukushima, en la que miles de personas se quedaron sin la posibilidad de identificarse a sí mismos frente al sistema por la pérdida de sus tarjetas magnéticas.
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