Nunca conocí a un juez tan insobornable como duro. Nació en Valladolid y dice llamarse Manuel García Castellón. Era titular de un juzgado en la Audiencia Nacional cuando cayó por allí un chico sin despeinarse que decía llamarse Mario Conde. Al comienzo de la instrucción, el abogado del Estado, chulo y repeinado él, creyó que al magistrado se le iban a aflojar las piernas. Luego le preguntó: -Señor Conde, ¿a qué prisión quiere ir? Le ofrezco dos: Alcalá-Meco y Soto del Real. -¿Eh?, Cómo dice señor juez…
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