Un viejo y sabio psicólogo empezó a ver su siesta diaria perturbada por un grupo de niños que se ponían a jugar a la pelota debajo de su ventana e ideó un astutísimo plan para librarse de ellos. Comenzó a pagarles diez dólares cada vez que venían a jugar; los chicos aceptaban encantados, y acudían todos los días después de comer a jugar al fútbol bajo la ventana del psicólogo especialmente motivados por este dinero.
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