"Era una persona poseída. Pasaba de estar serena a sentir un hambre atroz. Entonces, comía lo que había, si no había, lo buscaba; si no lo encontraba, me lo hacía. No era un atracón repentino. Me daba miedo empezar a desayunar porque no sabía si iba a ser capaz de parar. Llegué a comer hasta 80 veces al día".
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