Dos veces, en toda mi vida, he llorado por causa de mi tía Lola. La primera vez yo tenía 10 años y vivía en Venezuela, adonde había emigrado mi padre. Aquí, en Las Palmas, Lola se había casado y pronto nos llegó la noticia de que «esperaba la cigüeña», como delicadamente se decía entonces. Y lloré ...
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