Dilatar una toma y dejar de brazos cruzados a la sala de montaje es algo que no puede permitirse mucha gente. En el fondo el cine está compuesto de cortapegas y elipsis, de una estructura que no requiere de la filmación maratoniana para facilitar la narrativa. Pero cuando alguien decide juguetear con los límites del medio y realizar malabarismos con lo que sucede delante de la cámara estirando la toma hasta límites impensables el resultado es fascinante por contradictorio...
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