Ayer leí la historia de Jorge Arzuaga, el bilbaíno de 25 años en huelga de hambre que no piensa probar bocado hasta que dimita el Gobierno. Harto de la corrupción, de las políticas neoliberales de austeridad del PP y del genocidio social que éstas llevan a cabo, el joven cuenta cómo “me planteaba dos caminos, la huelga de hambre o la violencia”. Una disyuntiva que a buen seguro más de uno se ha llegado a plantear cambiando la huelga de hambre por cualquier otra forma de protesta pacífica.
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