El 2 de octubre de 1992 era un día como otro cualquiera en la Casa de Detención de Carandiru, en pleno centro de São Paulo. La misma rutina, el mismo hacinamiento: 7.257 presos para 3.500 plazas. Nada fuera de lo común en el sistema penitenciario brasileño, aunque, dicen, Carandiru sufría la represión de un director más sádico de lo común: José Ismael Pedrosa, quien, unos años más tarde, acabaría siendo asesinado por la facción criminal Primeiro Comando da Capital (PCC), que nació en las cárceles y le tenía amenazado de muerte hacía años.
|
etiquetas: carandiru , prisión , brasil