Se cumplen cinco años desde los atentados del 11-M y tres desde que junto a la estación de Atocha se alza un gran monolito de cristal en recuerdo a las víctimas de la masacre, tiempo suficiente para acreditar la dudosa estética, la conservación del monumento y la división de políticos e instituciones en los diferentes actos de homenaje. El inmenso cilindro de vidrio forma ya parte del paisaje urbano de la ciudad y, a tenor de la encuesta callejera, realizada por ABC.es, su aspecto no dignifica la memoria ni cuenta con la admiración popular.
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