Cada vez que paso por las inmediaciones de Plaza de España me llaman la atención las gigantescas pintadas que coronan dos edificios que antaño contenieran oficinas de Telefónica y hoy se caen a cachos. Parece ser que hay dentro un auténtico submundo ocupado, con sus propias leyes, con las plantas divididas por nacionalidades o grupos de afinidad. Con porteros y con tránsito contínuo. Parece ser con buena vecindad también.
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