“Esto es un sálvese quien pueda”. Y cuelga el teléfono. Es el director en un importante museo del país y su despedida es desalentadora. Antes ha reconocido que no tiene soluciones para afrontar la retirada drástica de las ayudas públicas a la institución que gobierna. La aportación pública desaparece y la privada no existe. Es un resumen dramático. Su queja no es contra el abandono de lo público, sino contra la incapacidad de quienes lo gestionan por haber acabado con un modelo de financiación sin instaurar otro antes.
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