El otro día bajo al pueblo y veo que un agricultor que vende las cuatro mierdas que tiene en su huerto va en un Volvo XC90, un coche de 60.000 euros. No me indigna sólo el precio, sino el hecho de que sea un puto SUV de urbanita, uno de esos coches que quiere ser un cuatro por cuatro pero que si tropieza con un charco de agua en la carretera tienes que llamar a la grúa.
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