Nuestra clase política está atiborrada de personajes que están negociando siempre a su favor; que están en un duelo constante del que tienen que salir triunfadores, incluso cuando defienden el interés general. Los negociadores de las empresas importantes no hacen otra cosa que sobreponer el interés particular al deseo íntimo de ser de utilidad a los demás. Se le ha enseñado a la gente que nos dirige que el ser humano es, por encima de todo, racional e interesado.
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