El pasado Viernes el Consejo de Ministros aprobaba la tan esperada reforma eléctrica. La expectación era máxima, no sólo por la urgente necesidad de reformar el sector y por el posible impacto sobre empresas y consumidores, sino también porque la reforma se ha gestado en los despachos del Ministerio, de forma opaca, sin que trascendieran más que rumores. Pero que nadie se engañe. No estamos ante una verdadera reforma.
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