Diversos experimentos han demostrado que las personas identifican con mayor facilidad y rapidez un rostro sonriente entre un conjunto de rostros tristes o apaticos. Rodearte de amigos felices no sólo te hace más feliz, sino que te permite hacer feliz a más gente; y también a tus propios amigos felices, por supuesto. Las sonrisas se propagan así como el bostezo: basta que veamos a alguien bostezar para sentir la necesidad irrefrenable del bostezo.
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