Si un periodista, un científico, o un futbolista dijese ser infalible, sería el hazmerreir. ¿Por qué aceptamos entonces que un político pretenda ser la excepción? Vivimos rodeados de líderes que fingen ser infalibles, que dicen tener la solución a todos los problemas y ser capaces de predecir con precisión cartesiana los efectos de cualquier medida que propongan o desechen.
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