Unas normas energéticas más estrictas no sólo beneficiarían al medio ambiente, sino que además favorecerían la competitividad de Europa. Aunque, lamentablemente, los dirigentes no parecen ser conscientes de ello. Según los estudios, esto se traduciría en un ahorro de 280 euros al año para un hogar medio. Y además, podrían crearse un millón de empleos nuevos en Europa.
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