Lo peor vino cuando me metieron en el furgón policial, me llamaron decenas de veces hijo de puta, cabrón y demás perlas, mientras me retorcían las manos esposadas contra los grilletes sumamente apretados, me pegaban puñetazos en el hígado, mientras estampaban con todas sus fuerzas mi cara contra el sillón del furgón con el cuello retorcido, estuve apunto de ahogarme en varia ocasiones, no podía mas, fue un infierno.
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